METAFÍSICA, CAUSALIDAD Y EVOLUCIÓN
Una de las principales objeciones desde la que
se ataca la posibilidad de la evolución biológica basada en eventos únicamente
naturales, lo constituye el principio de causalidad enunciado por Aristóteles y
profundizado por la filosofía escolástica. Desde este punto de vista, la
evolución solo sería posible si un agente exterior (Dios), otorga los factores
adicionales o los pluses, que progresivamente van diferenciando cada uno de los
niveles evolutivos, hasta llegar al ser humano. La sola naturaleza no es capaz
de explicar las novedades que presenta un estadio respecto al anterior. El
pensamiento y la autoconciencia del hombre se erigen como ejemplos de este
planteamiento, ya que son de una cualidad totalmente diferente y superior a la
materia de la que está hecho el ser humano o para ser más específicos, al
cerebro humano.
El principio de causalidad se enuncia de la
siguiente manera: Todo efecto debe tener una causa. Aunque a primera vista el
enunciado es completamente claro y hasta obvio, se pone más complicado en la
medida en que se comienza a profundizar en él.
Si todo efecto debe tener una causa, es porque nada puede surgir de la
nada o en otras palabras, del no ser no puede surgir el ser y esto, porque el
principio de no contradicción que se erige como el principio fundamental de la
metafísica, nos habla que una cosa no puede al mismo tiempo y desde un mismo
punto de vista ser y no ser, es decir, o se es o no se es, los dos
conceptos son mutuamente excluyentes y contrarios, por lo que de uno no se
puede derivar el otro.
Entonces el efecto debe tener una causa
eficiente[1],
ya que no puede salir él mismo de la nada y dado que él ha podido ser o no ser
(contingencia).
Entendido así, surge el corolario sobre el que
se basa la crítica a una evolución sin una causa eficiente sobrenatural, este
corolario puede ser enunciado de distintas maneras:
“Todo lo que está en el efecto, se encuentra
también en su causa”, en otras palabras, dado que nada puede salir de la nada,
lo que constituye el efecto debe encontrarse desde antes en la causa.
O dicho de otro modo: “lo inferior no puede dar
lo superior” o lo que es lo mismo, “El efecto debe ser proporcionado a su
causa”, aunque se aclara aquí, que si bien es cierto, el efecto no puede ser superior,
si puede ser inferior porque lo que lo conforma ya preexistía en la causa
cumpliendo el requisito impuesto por el corolario.
Ahora bien, entendido así, el corolario del
principio de causalidad se convierte en un fuerte opositor a la teoría de la evolución
científica. Puesto que lo niveles superiores no pueden provenir de los niveles
inferiores, lo que constituiría una clara negación de este corolario, solo se
podrá admitir una evolución (entendida como sucesión progresiva de niveles
nuevos y superiores a los anteriores), si se recurre a una causa eficiente
externa, que al estilo del carpintero, ponga el plus, el más que tiene el
efecto superior sobre su causa inferior, es decir, la evolución solo es
metafísicamente posible si existe Dios.
¿En dónde radica la fuerza de este argumento?
Pues precisamente en la contundencia que otorgan los principios fundamentales
de la metafísica, el primero, el de NO Contradicción y el segundo, en este
caso, el del Tercero Excluido: O se es o no se es, no se admite una tercera
opción pues violaría el primer principio. Por tanto, cualquier efecto al
existir como tal, no pudo salir de la nada, del no ser, pues implicaría que el
no ser al mismo tiempo es.
Para un realista científico que considera que
la causalidad es uno de los tipos de determinismo presente en la naturaleza,[2]
es importante hacer frente a esta especie de objeciones y mostrar que bien
entendido, el principio de causalidad sigue intacto, aun al considerar la
aparición de cosas radicalmente nuevas en el proceso evolutivo del universo.
Aunque como se dijo, la fuerza del argumento se
apoya al final en los primeros principios metafísicos y por lo tanto para
atacarlo, se podría recurrir a las formas de la dialéctica que destruyen por
completo la idea de una realidad estática y que hacen hincapié en el devenir
permanente, que abarca al mismo tiempo el ser y el no ser, para efectos de este
escrito, jugaremos en el mismo terreno de la metafísica y la lógica formal,
admitiendo el artificio gnoseológico de ver a la realidad como algo estático.
De los superior y
lo inferior en la evolución
Si analizamos el enunciado del corolario que
dice: “de lo inferior no sale lo superior”, inmediatamente nos damos cuenta de
que tanto inferior como superior son términos que surgen de una comparación que
se hace bajo un criterio. Pero aquí hay que tener cuidado, puesto que el
criterio siempre es arbitrario, es decir, las diferencias entre dos cosas son
solo eso, diferencias, hablar de ellas en términos de lo superior o lo inferior, solo es permitido cuando se asigna algún criterio que a juicio del observador
sea el que interese; Pero eso no nos da derecho a decir que en realidad las
cosas comparadas son superiores o inferiores, puesto que ellas simplemente son.
Es decir, las diferencias son reales, pero
hablar de esas diferencias en términos de superioridad o de inferioridad, solo
es válido desde el criterio subjetivo del observador.
Por ejemplo, un automóvil es más rápido que
otro, ¿eso lo hace superior? Pues no, todo depende del criterio que se asigne
para medir la comparación, si es un carro de carreras, seguramente sí, pero si
el criterio es por ejemplo el bajo consumo de combustible, entonces el segundo
seguramente será superior.
Hablar de inferior y superior desde la
evolución biológica no tiene sentido, los seres vivos sobreviven adaptándose al
ambiente, ese es su éxito y desde ese punto de vista no es más exitoso el ser
humano que una ameba.
El equívoco de entender la evolución como
progreso, ha permeado la mente de la mayoría de las personas, la verdad es que
progreso no hay, ni siquiera considerándolo como Teilhard de Chardin, a partir
de la complejización creciente y evidente que se da, desde las primeras formas
de vida hasta los organismos como el ser humano. Hablar por ejemplo de mamíferos
superiores o inferiores, contribuye a esta falsa idea. Lo cierto, es que como
lo han repetido varios biólogos, la complejización de los organismos es lo
único que cabe esperarse de un comienzo tan simple como el de los seres
unicelulares. Pero eso no significa que realmente se puede hablar que la
complejidad es un plus que otorgue superioridad natural. Por ejemplo, digamos
que yo tengo una máquina para pelar papas, que consta de pocas piezas: una
cuchilla, un soporte y una manivela que gire y arrastre la papa, la maquina
pela las papas eficazmente, ahora bien, supongamos que construyo otra máquina
que conste de engranajes, mecanismos, palancas, que al final sirva para lo
mismo, ¿se puede decir que es superior la segunda máquina que la primera por su
complejidad? Obviamente no si el objetivo es pelar papas, es más, la
complejidad de la segunda maquina puede ser una desventaja en términos de
consumo de energía, de reparaciones o de transporte.
Todo esto traducido a la evolución biológica,
nos dice que pelar papas es adaptarse y sobrevivir y que en eso, tanto el ser
más simple como el más complejo, están en igualdad de condiciones porque
precisamente han sobrevivido.
Ni siquiera es posible hablar de que una piedra
es menos que un organismo vivo en orden a una supuesta plenitud del ser, como
si alguna función extra de algún ser de la naturaleza lo hiciera más ser, pues
si volvemos al principio del tercer excluido, hay solo dos opciones, ser o no
ser y pare de contar. Obviamente esto no quiere decir que para un ser o un
mismo tipo de ser y en términos de su potencial perfectibilidad, se pueda
hablar de menos o más plenitud, por ejemplo, que en el ser humano en cuanto al
desarrollo de las potencialidades inherentes a su naturaleza, haya más plenitud
en algunas personas que en otras o que en cuanto a la participación, se pueda
hablar de una democracia menos plena que otra.
Con todo, rebatir la utilización de los
términos inferior o superior, utilizados en una de las formas de enunciar el
corolario de causalidad, no quita la principal objeción: si todo efecto debe
haber estado de alguna manera presente en la causa, entonces realmente no se
puede explicar basado solamente en una cadena de causas naturales, las
novedades existentes en el mundo. Sin embargo, este planteamiento aparentemente
tan contundente, debe resolver la cuestión esencial de cómo saber de
antemano lo que hay en una causa, o en
otras palabras, cómo se puede saber si el efecto, realmente no se encontraba en
la causa. La respuesta puede parecer fácil cuando es aplicada a cosas sencillas
o a objetos cotidianos que se convierten en causas de efectos cotidianos. Todos
sabemos que de un bolsillo vacío no puede aparecer un billete, que del fuego
solo puede salir lo caliente, pero a veces, cuando se trata de cosas muy
complejas en las que interactúan demasiados elementos, no podemos saber a
ciencia cierta qué tan vacío o qué tan lleno está el bolsillo y mucho menos que
podría contener.
Sistemas Complejos y novedad radical
La emergencia de propiedades o la sobreviniencia
de nuevos contextos legales de los sistemas son una constante en la naturaleza.
La interacción de unos elementos en la
configuración de un sistema, produce marcos legales nuevos o propiedades que
antes no existían en los elementos por separado, constituyéndose en emergencias
cualitativamente nuevas.
Por ejemplo, la combinación de hidrógeno y
oxígeno produce agua, la cual se mueve bajo unas leyes o propiedades distintas
a las que tiene cada uno de los elementos por separado. La combinación de átomos
produce moléculas, las cuales se comportan y obedecen a distintas leyes que los
átomos separados.
Ahora bien, resulta que los efectos producidos
en los sistemas no solo son productos de las configuraciones propias de los
sistemas particulares, sino que ellos siempre se producen en el marco de
relaciones dialécticas en múltiples direcciones entre las cuales se destacan
aquellas que se dan con el entorno.
Si al agua se le varían las
condiciones del entorno, por ejemplo la temperatura, puede llegar a cambiar
cualitativamente hasta comportarse bajo las leyes de los sólidos o de los
gases, y ese cambio es prácticamente imposible de predecir a priori. De
elementos inorgánicos surgen elementos orgánicos a partir de determinas
características del entorno, tal y como se demostró con el experimento de
Miller y Urey.
Es decir, en sistemas complejos existen
dinamismos mutidireccionales entre los elementos que integran el sistema, los
elementos con el entorno y el sistema con el entorno. La consideración de este
dinamismo dialéctico hace realmente imposible, establecer de antemano lo que un
sistema puede dar como efecto.
Por ejemplo, tomemos el caso de una célula de
la piel, como toda célula está hecha de partes no vivas y para cualquier
observador desprevenido sería claro que una célula de la piel solo puede
producir efectos relacionados con la dermis. Sin embargo, experimentos
recientes cambiaron las propiedades de células de la piel hasta convertirlas en
neuronas, con solo cambiar la caracterización química del entorno con el que
interactúa la célula.
La epigénesis moderna continua realizando
aportes de cómo la relación con el medio no solo afecta el fenotipo de los
organismos, sino que también es capaz de ocasionar transformaciones en el
genoma, en la genética, la cual, no es solamente genes sino que está compuesta
por la manera como ellos se comportan en términos de la información que
proporcionan.
Desde el punto de vista de esas relaciones dialécticas que
establecen los organismos, es importante anotar que esa relación es
bidireccional, es decir el organismo también influye y transforma el ambiente
en el que se desenvuelve, como lo expresa Lewontin:
“Si los cambios inmediatos en los organismos
son el efecto de la selección natural en un determinado ambiente inmediato,
esos mismos cambios se convierten a su vez en causas de modificaciones de ese ambiente”[3]
Más adelante agrega:
“las relaciones entre genes, organismo y
ambiente son relaciones reciprocas, en las que los tres elementos constituyen
tanto causas como efectos. Genes y ambiente son causas de los organismos que a
su vez son causas de los ambientes, de manera que los genes llegan también a
ser ellos causas del ambiente mediato de los organismos”[4].
Considerar desde este punto de vista que en
sistemas complejos se pueda decir a priori que es lo que el sistema puede dar o
producir es imposible.
Así lo expresa Moriello:
“Los sistemas
complejos se caracterizan fundamentalmente porque su comportamiento es
imprevisible. Sin embargo, complejidad no es sinónimo de complicación:
este último hace referencia a algo enmarañado, enredado, de difícil
comprensión. En realidad, y por el momento, no existe una definición
precisa y absolutamente aceptada de lo que es un sistema complejo, pero
pueden darse algunas peculiaridades comunes.
- En primer lugar, está
compuesto por una gran cantidad de elementos relativamente idénticos.
Por ejemplo, las células en un organismo, o las personas en una sociedad.
- En segundo lugar, la
interacción entre sus elementos es local y origina un
comportamiento emergente que no puede explicarse a partir de dichos
elementos tomados aisladamente. Un desierto puede contener billones de
granos de arena, pero sus interacciones son excesivamente simples
comparadas con las que se verifican en las abejas de un enjambre.
- Por último, es muy
difícil predecir su evolución dinámica futura; o sea, es prácticamente
imposible vaticinar lo que ocurrirá más allá de un cierto horizonte
temporal”. [5]
Al final, lo que demuestra este tipo de
planteamientos también, es que la causalidad lineal entendida como: “La misma
causa produce el mismo efecto siempre” que es otra forma de enunciar el
corolario de causalidad, carece de realidad en sistemas complejos.
Las causas eficientes externas tienen que
contar con las propiedades de los sistemas y las características de las
interacciones y de los elementos que los conforman. Una causa puede producir
efectos diferentes en el mismo objeto, Bunge propone el ejemplo de la auxina:
“hormona vegetal que cuando se aplica a las puntas de una planta estimula su crecimiento,
pero cuando se aplica a las raíces de la misma lo interrumpe” [6]
Es decir, las causas eficientes externas actúan
según Bunge, “montadas sobre los procesos internos” de los sistemas.
Todo la anterior argumentación nos deja claro
que en los sistemas complejos es imposible predecir la naturaleza de los
efectos o de sus propiedades emergentes, dada la complejidad del dinamismo
dialectico que caracteriza el funcionamiento de la realidad. Decir que por
ejemplo la vida o el pensamiento, son efectos que no se pueden sacar de las
causas naturales o materiales, dado que son distintos de esas causas, es
simplemente ignorar que no sabemos en el marco de la complejidad del mundo,
esas causas que pueden dar y que pueden producir.
En este sentido, cobran un valor inmenso y
hasta profético las palabras de Spinoza:
“Y el
hecho es que nadie, hasta ahora, ha determinado lo que puede el cuerpo, es
decir, a nadie ha enseñado la experiencia, hasta ahora, qué es lo que puede
hacer el cuerpo en virtud de las solas leyes de su naturaleza, considerada como
puramente corpórea, y qué es lo que no puede hacer salvo que el alma lo
determine. Pues nadie hasta ahora ha conocido la fábrica del cuerpo de un modo
lo suficientemente preciso como para poder explicar todas sus funciones, por no
hablar ahora de que en los animales se observan muchas cosas que exceden con
largueza la humana sagacidad, y de que los sonámbulos hacen en sueños
muchísimas cosas que no osarían hacer despiertos; ello basta para mostrar que
el cuerpo, en virtud de las solas leyes de su naturaleza, puede hacer muchas
cosas que resultan asombrosas a su propia alma. Además, nadie sabe de qué modo
ni con qué medios el alma mueve al cuerpo, ni cuántos grados de movimiento
puede imprimirle, ni con qué rapidez puede moverlo. De donde se sigue que
cuando los hombres dicen que tal o cual acción del cuerpo proviene del alma,
por tener ésta imperio sobre el cuerpo, no saben lo que se dicen, y no hacen
sino confesar, con palabras especiosas, su ignorancia”[7]
Mente y Cerebro
El argumento planteado por el corolario de
causalidad, tiene su clímax cuando es aplicado a fenómenos que hasta ahora no
se pueden explicar bien en términos de su génesis y que tal vez nunca se puedan
explicar satisfactoriamente. Por ejemplo, la aparición de la vida y la
aparición de la autoconciencia y el pensamiento racional en el ser humano.
Pareciera a primera que vista como se dijo antes, que no habría causa natural
capaz de producirlos. Sin embargo, como ya se aclaró, esta afirmación quiere
ocultar la ignorancia que tenemos sobre el funcionamiento de los sistemas (los
cuerpos según Spinoza) y en términos razonables, nada nos dice que tanto la
vida como el pensamiento no sean productos de organizaciones complejas de la
materia. Todo lo contrario, las investigaciones de los últimos cien años
relacionadas con el cerebro, dan cuenta de lo maravilloso y extremadamente
complejo del sistema nervioso humano y de algunas cosas absolutamente extrañas
que es capaz de producir, las cuales apenas estamos conociendo.
Pero hay más, aparte de que la complejidad de
la realidad material puede producir propiedades insospechadas como el
pensamiento o la conciencia sin violar el corolario de causalidad aquí
discutido, existe otra manera de entender desde el punto de vista filosófico
estas propiedades distintas.
Para Spinoza, hay solo una substancia infinita
(natura naturans) que se manifiesta en una pluralidad de modos o atributos,
entre los que materia y pensamiento simplemente son dos de ellos (natura
naturata). Por ejemplo las partículas estudiadas por la física cuántica, se comportan como ondas o como partículas, es decir se expresan de dos modos complemenatrios.
En este sentido, la materia y el pensamiento son dos caras de
una moneda que tiene infinitas. Causa y efecto en relación con el cerebro y el
pensamiento, no son tales, una y otra son aspectos de una sola cosa que se
expresan al mismo tiempo.
La teoría del doble aspecto se erige como una alternativa rica en posibilidades y muy solida al dualismo metafísico que ha dominado la tradición filosófica
occidental, influida por el pensamiento cristiano tradicional.
Desde el punto de vista científico, abordar el
tema de la conciencia humana desde la perspectiva de un pluralismo de
propiedades, implica cambiar los enfoques de aproximación, la generación de
herramientas de investigación totalmente nuevas, así como la formulación de
nuevas preguntas.
De lo que si podemos estar seguros es que el
ser humano seguirá investigando la génesis de su propio pensamiento a pesar de
los límites aparentes, que basados en principios metafísicos dogmáticos, algunos quieran
imponer al desarrollo científico.
[1] La
causalidad eficiente según Aristóteles, es el agente externo que hace que la
potencia de una substancia pase a ser acto. La madera (substancia con
potencias) se convierte en asiento cuando el carpintero (causa eficiente)
vuelve la potencialidad en acto a través de su trabajo.
[2] Para
Bunge existen varias categorías de determinación distintas a la causalidad,
como son, la estadística, la estructural y la dialéctica. Ver: Bunge Mario: La causalidad. El
principio de causalidad en la ciencia moderna. Editorial Sudamericana. Buenos
Aires. 1997. Pág. 9.
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