LA FILOSOFÍA COMO ÍDOLO
Mauricio
Beuchot en su artículo: El compromiso filosófico del tomista
actuali,
establece desde el análisis del tomismo contemporáneo, una
distinción interesante entre la consideración de un autor o
doctrina filosófica como un icono o como un ídolo.
Se
puede hablar de icono cuando el pensamiento filosófico se ejerce
desde una perspectiva dialógica, es decir, desde el reconocimiento
de los aportes del autor o de la corriente en la que el filósofo se
apoya, así como de su carácter abierto y su capacidad para crecer,
a partir del enriquecimiento que ofrece el diálogo con otras
posiciones y la confrontación con distintas preguntas y problemas.
Volver
un ídolo a un pensador o a una doctrina filosófica es en cambio
adorarlo, es defenderlo desde la arrogancia sin moverse un milímetro,
por considerar que fuera de allí, no se encuentra nada digno de que
enterarse. Idolatrar es rendir culto, es quedarse citando una y otra
vez los textos, hasta volverse especialista del detalle, como lo hace
el cristiano con la palabra revelada, es volver la filosofía un
dogma y a los textos catecismos o manuales que hay que aprender de
memoria para repetir cuando surge una duda o problema.
Idolos
filosóficos y sus respectivos adoradores se encuentran en toda la
historia de la filosofía, el marxismo ya pasado de moda con sus
famosos manuales o el tomismo de setecientos años que aun hoy en día
católicos tradicionalistas, erigen como la piedra angular
(filosóficamente hablando) de su sistema teológico, son buenos
ejemplos de ellos. Algunos creen sin embargo que repetir, citar y
hacer pasar todo por el tamiz de una corriente filosófica, es
precisamente hacer filosofía, es filosofar, lo que me propongo
mostrar en las próximas líneas, es que la actividad filosófica es
por definición no solo incompatible, sino contradictoria con ello.
¿Qué
es filosofía?
Definir
la filosofía es un tema complicado, quedarse en la etimología para
con ella decir que filosofía es amor a la sabiduría es simplemente
no decir nada.
Definir
es demarcar algo y en este caso comparar la filosofía con la
actividad científica brinda criterios adecuados para esa
demarcación.
En
lo que sigue me adhiero a los análisis hechos por Adolfo león Gómez
en su libro “Enseñar Filosofía”.
Para
el profesor Adolfo león, la filosofía es:
“Un
intento racional, aunque no científico, por resolver problemas
inmaduros, es decir, problemas para los cuales no existe un método
estándar reconocido por una comunidad de especialistas”ii
Cuándo
se habla de racional se dice que la filosofía trata de resolver
problemas de manera reflexiva, utilizando la lógica y los argumentos
para generar respuestas o soluciones, Sin embargo, más allá de
estos principios básicos de la lógica, la filosofía aborda
problemas para los cuáles no existen estándares metodológicos
aceptados por una comunidad de especialistas, como los que existen en
la ciencia. Esos problemas “inmaduros”, ocasionan que en la
filosofía al contrario que en la ciencia: “No se sabe dónde
buscar la respuesta ni como buscarla”iii,
y por eso mismo, el filósofo queda a su cuenta y riesgo en la manera
en la que creativamente aborda esos problemas generando nuevas
alternativas y propuestas de solución. De todo lo anterior se
entiende la diversidad de respuestas a los mismos problemas aun
mirándolas sincrónicamente y la persistencia de determinadas
respuestas antiguas en el presente.
Ahora
bien, no precisamente es en las propuestas de soluciones en donde
reside el valor de la filosofía, sino que ante todo ésta consiste
en el planteamiento de preguntas. Estas preguntas iluminan diversas
ideas que a su vez se erigen como tópicos generativos que se
expanden abarcando diversos campos del saber.
El
profesor Adolfo León, advierte sin embargo, que esas preguntas e
ideas generativas terminan por agotarse degenerando en un
Bizantinismoiv.
Cuando esto sucede, se hace necesario entonces nuevas preguntas,
nuevas ideas generativas que transformen de manera radical lo
anterior.
Esta
corta reflexión nos deja algunas cosas claras:
-
La filosofía nace de preguntas. Esas preguntas nacen en un dialogo diacrónico con los contextos culturales, sociales, económicos, técnicos y con las mismas ideas. Entender la filosofía de esta forma, es asignarle un carácter de revolución permanente, al contrario de la ciencia en la que según Thomas Kuhn, hay periodos de ciencia normal, ocurridos cuando un paradigma domina la manera en la que se trabaja, en filosofía no hay periodos de “normalidad”, no hay filosofía normal. Pretender “normalizar la filosofía es llevar al dogmatismo y por lo tanto matar la misma dinámica de realizar preguntas y buscar nuevas respuestas.
-
El carácter histórico de las preguntas, reafirma el carácter específico y provisional de la explicación filosófica, dado que sus respuestas se dan frente a cuestionamientos concretos estas no pueden ser omnicomprensivas, no pueden explicar todo, hay que cosas que quedan por fuera, porque como se dijo anteriormente, en muchas ocasiones la pregunta ni siquiera se ha formulado.
-
El filósofo al igual que el juez, “motiva” sus respuestas, es decir justifica, argumenta y como en toda argumentación, el filósofo se enfrenta a otras argumentaciones semejantes y opuestas que compiten entre sí, ganando aquella que sea capaz de convencer a partir de argumentos fuertes. La filosofía es entonces una actividad argumentativa por excelencia.
-
La verdad en filosofía se entiende según esta perspectiva, no estrictamente como la correspondencia entre el objeto y el pensamiento sino como la coherencia del sistema respuesta- pregunta.
Filosofía
y argumentación
Lo
dicho anteriormente deja claro que los métodos demostrativos
formales propios de las matemáticas y las ciencias, no funcionan en
la filosofía. El filósofo toma decisiones argumentadas y no extrae
conclusiones algorítmicas y unívocas. El filósofo justifica,
(decíamos cuando lo comparábamos con el juez) y justificar no es
demostrar:
“En
la demostración se habla de enunciados donde la verdad se transmite
de premisas a conclusión. La justificación es de orden práctico:
se justifica un acto, un comportamiento, una disposición a la
acción, una pretensión, una escogencia, una decisión. Solo de una
manera indirecta se puede hablar de un agente o de una proposición.
En efecto, la justificación de un agente consiste en justificar su
conducta y justificar su conducta y justificar una proposición o una
regla es justificar el hecho de adherir a ella o enunciarla en un
momento determinado”v
La
filosofía es en conclusión un ejercicio de razón práctica y el
organón, es decir el instrumento propio de la razón práctica no es
ya la lógica demostrativa sino la teoría de la argumentación.
La
teoría de la argumentación estudia la manera como se obtiene la
adhesión de un auditorio a las tesis que se le presentan. Es en este
sentido que cobran fuerza los elementos que debe poseer una
argumentación fuerte para lograr esa adhesión, la cual debe estar
basada en la calidad de las razones y no en falacias que con argucias
emocionales o de otro tipo busquen obtenerla.
La
filosofía en conclusión a falta de una “verdad” única, busca
una argumentación de calidad.
- Existen varios criterios de calidad de un argumento:
-
Se atiene a la cuestión (al problema o situación), es decir es pertinente.
-
Ofrece razones solidas:
-
Relevantes: Las pruebas ofrecidas son de importancia, son significativas para la afirmación o la tesis presentada.
-
Suficientes: Las razones alcanzan por si mismas un grado suficiente de certeza que validen la aceptación de la tesis.
-
Aceptables: las pruebas ofrecidas son aceptadas, validas o evidentes.
-
Rechaza los intentos razonables de refutación.
Con
estos precedentes es claro que querer volver a una corriente o a un
filosofo, como LA corriente o como EL filosofo, es contradictorio con
la esencia de misma de la filosofía.
Dogmatizar
es matar el acto de filosofar. Cuándo pienso en ésto, me acuerdo de
aquellos marxistas de antaño que construyeron un metarelato, una
gran historia que lo explicaba todo y que predecía todo.
Pero
pienso igualmente en los católicos conservadores actuales que frente
al tomismo como lo dice Beuchot, “lo adoran y defienden a
mordiscos” y terminan si bien seguramente ellos no, abominandolo,
sí, haciéndolo abominar por aquellos que rechazan todo intento de
sectarizar la filosofía. Y es que poner la filosofía al servicio de
un dogma religioso es condenarla a pena de muerte. El que crea que
hace filosofía defendiendo dogmas, se equivoca y se
convierte en un sofista de antaño al que no le importan las preguntas
ni las respuestas, sino hacer ganar a su ídolo filosófico.
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i
Se puede leer el artículo en:
http://www.mercaba.org/Filosofia/compromiso_filosofico_del_tomist.htm
ii
Gomez Adolfo león. Enseñar Filosofía. Universidad del Valle. Pág.
14.
iii
Ibidem. Pág. 18
iv
Ejemplo de esto en la escolástica lo constituye según el profesor
Adolfo León. “Las refinadas disputas sobre la Virtus dormitiva
o sobre la cantidad de ángeles que caben en la cabeza de un
alfiler”, haciendo referencia a las discusiones interminables de
esa época que se quedaban en el significado de los conceptos y los
términos.
v
Adolfo león Gomez. La Primacia de la razón práctica. Universidad
del Valle. 1991. Pág. 28.
En efecto, un autor debe llevarnos a pensar por nosotros mismos, es decir debe darnos herramientas para escrutar el misterio de la existencia......
ResponderEliminarAlgo así como darnos una escalera como método para subir de piso, pero una vez arriba ser capaces de botar la escalera. ¡Huy, acabo de citar a Wittgenstein!, ni modo, espero que no lo esté convirtiendo en un Ídolo (pero sí lo considero un maestro del cual debo aprender, al igual que de Platón, a redactar preguntas)......
Excelentes artículos amigo, escritos profundos e instructivos.
Peguntar permanentemente, cuestionarlo todo metódicamente, es de esta manera que la filosofía se convierte en una forma de vida, en una ascesis personal o un camino espiritual. Gracias amigo.
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