¿SIRVE PARA ALGO DEBATIR?

 Hacia un compromiso con la razón

Vemos, escuchamos y leemos debates de todo tipo por televisión, internet, radio, discutimos con otros sobre pareceres opuestos y notamos que muy pocas veces, muy pocas, los debates logran algo. En pocas ocasiones el que está equivocado admite su error y cambia de opinión, raramente el que mira el debate admite que tenía la razón el debatiente opuesto al que apoyaba, en mas ocasiones de las que quisiéramos, los que debaten salen enojados entre ellos y entendiéndose menos que antes.

No hace mucho hemos presenciado los debates delirantes de Donald Trump, utilizando información falsa sin ningún empacho, ejerciendo tácticas en las que solo quiere convencer a un auditorio a partir del movimiento de sus emociones o de engaños flagrantes.

Por eso nos preguntamos si realmente los debates sirven para algo más que para desarrollar habilidades argumentativas, las cuales en la mayoría de las ocasiones solo buscan ganar y enaltecer el ego propio a la manera de los antiguos sofistas.

Es cierto que los debates no se pueden inscribir ingenuamente en la cuestión de la búsqueda de la verdad, puesto que los problemas  que se tratan en ellos generalmente tienen que ver con valoraciones, con definiciones o nombres y con discusiones en las que solo es posible aportar pruebas circunstanciales que nunca son concluyentes o definitivas.

Pero también es cierto, que no es válido ganar un debate a costa de la verdad de los hechos o con la utilización consciente de información errónea o  maniobras falaces para envolver al contrincante y dejarlo sobre la lona o para persuadir a un espectador que posee pocos elementos que le permitan  efectuar una crítica adecuada.

Es necesario entonces un compromiso y unas condiciones conscientes y sistemáticas, para que el ejercicio del debate sea efectivo en la toma de posiciones informadas y bien fundamentadas.

Las siguientes reflexiones tienen que ver sobre el debate como ejercicio de la razón, los obstáculos a ese ejercicio y las condiciones que deberían seguirse para que un debate sea realmente efectivo. 

El DEBATE, ALGO MÁS QUE UN FORMATO


Cuando hablamos de debate nos imaginamos ciertos formatos popularizados por los medios de comunicación en los que se enfrentan dos o más personas, con un moderador o grupo de interrogadores, tiempos definidos de intervención, etc, etc. 

También existen diferentes estructuras de debate escolares o académicos, como el método de debate parlamentario o el formato Karl Popper, entre otros.

Sin embargo, el debate es algo más que eso, el debate es entendido en un sentido amplio como una controversia o discusión. Desde este punto de vista, entramos en controversia o en discusiones en nuestra vida cotidiana todo el tiempo. Tenemos diferencias de opinión por diferentes motivos: deportes, política, decisiones, gustos, valoraciones éticas, etc, etc, en todas ellas, el hilo común es que siempre tratamos de dar razones para fundamentar nuestras tesis y hacerlas prevalecer sobre las que las contradicen, tratamos de convencer a la persona o personas que se oponen a nuestra opinión, que la nuestra es más razonable.

Desde esa mirada, diremos que todo debate es una discusión en el que se exponen razones o argumentos para convencer a otra persona que duda o se opone a nuestra opinión o tesis. Un debate es una discusión argumentativa o crítica.

“Una discusión crítica es un discurso argumentativo ideal que tiende a resolver una diferencia de opinión a partir de determinar si los puntos de vista de un asunto deben ser aceptados o no” (Van Eemeren, 2006, pág, 35).

En otras palabras un debate es una discusión racional, que comprende un proceso argumentativo:

“La argumentación es una actividad verbal, social y racional que apunta a convencer a un crítico razonable de la aceptabilidad de un punto de vista adelantando una constelación de una o más proposiciones para justificar este punto de vista”. (Van Eemeren, 2006, pág 17).

En resumen:

    • El debate surge cuando hay diferencias de opinión o cuando alguien manifiesta alguna duda sobre la opinión de otra persona.

    • Un debate es una discusión argumentativa o crítica

    • El debate tiene como propósito un acuerdo razonable:

“La verdadera resolución se alcanza sólo si ambas partes llegan a sostener la misma posición a partir de bases argumentativas razonables, sea que ambas partes adopten el mismo punto de vista (positivo o negativo) o que comience a cuestionar el punto de vista” (Van Eemeren, 2006, pág 36). 

    • El debate como actividad argumentativa, es una actividad racional.

El debate es la razón en acción, por lo que  entender las dificultades que se tienen a la hora de debatir pasa por entender las dificultades que se tienen en el ejercicio de la racionalidad.

Se hace necesario en consecuencia, detenerse un poco en comprender qué es la razón y cuáles son los obstáculos para su ejercicio.

RAZÓN Y RACIONALIDAD

La razón es una facultad que permite que determinado tipo de pensamientos se puedan elaborar de manera coherente y consistente. 

1. Es una facultad: Es decir que determinados organismos tienen el “poder” de ejercerla o la capacidad de realizarla.

2. “Determinado tipo de pensamientos”: No todo tipo de pensamiento es racional. El pensamiento fantástico o mágico no es objeto de exigencias racionales.

3. La coherencia: se consigue cuándo el enlace o la conexión entre los pensamientos, respeta los principios lógicos, las reglas de la inferencia, de los procedimientos y propiedades argumentativas y el orden funcional de lo real.

3.1 Los principios lógicos: Como el principio de no contradicción, el de identidad y causalidad. Las reglas de inferencia, tanto deductivas o inductivas.

3,2  Procedimientos y propiedades argumentativas: Debe satisfacer los criterios de un buen argumento y evitar las falacias.

3,3  El orden funcional de lo real: Lo que existe independientemente de las actividades psíquicas del ser humano, posee sus propio orden y reglas de funcionamiento.

4. La consistencia se logra cuándo la coherencia es sistemática y permanente.

Acorde con esta definición de razón, Mario Bunge (Bunge. 1985. p.14 y ss) habla de siete tipo de racionalidades(entendiendo racionalidad como la aplicación sistemática de la razón en distintos ámbitos):

Racionalidad conceptual: Consiste en el proceso de pensamiento tendiente a la elaboración de conceptos claros, ausentes de vaguedad o ambigüedad y a la utilización coherente de los mismos.

Racionalidad lógica: Se restringe a la coherencia con los principios y reglas de inferencia lógica.

Racionalidad metodológica: La exigencia de coherencia en el proceso de investigación, la confirmación de hipótesis, la sustentación de afirmaciones y de los análisis de datos.

Racionalidad gnoseológica: La coherencia entre el resultado de la investigación y el mundo real.

Racionalidad ontológica: Las ideas sobre el mundo real deben ser coherentes entre ellas y entre ellas y la contrastación empírica.

Racionalidad evaluativa: las metas propuestas deben ser acordes al contexto, a las condiciones y deben ser eticamente coherentes.

Racionalidad práctica: Las decisiones y el acopio de recursos y acciones deben ser coherentes con las metas propuestas.

Una racionalidad amplia o global requiere del ejercicio de la razón en todos los tipos de racionalidad que enuncia Bunge, mientras que una racionalidad parcial se dará cuando la razón solo se ejerza en uno o algunos de esos tipos.

Ampliar el concepto de racionalidad desde la definición de razón anotada al principio, permite obtener mayor claridad sobre el comportamiento racional de los seres humanos.

Lo seres humanos no son ni completamente racionales, ni completamente irracionales. Ejercen algunos tipos de racionalidades y otros no y los pocos tipos que ejercen lo hacen la mayoría de las veces de forma mediocre.

Generalmente las personas sin importar su nivel educativo son capaces de ejercer una adecuada racionalidad práctica y evaluativa. Se plantean metas que tienen en cuenta sus contextos vitales y al mismo tiempo los recursos disponibles e instrumentos para su consecución.

Igualmente Ricardo García plantea la racionalidad lógica como algo que es fácilmente alcanzable por los seres humanos desde niños a partir del proceso natural de socialización: 

“Cualquier niño de diez años, medianamente dotado, respeta los principios elementales de la lógica (identidad, no contradicción, causalidad) sin que se los explique nadie; sabe cómo sostener su razón y utiliza los mismos recursos argumentales que un adulto: un ejemplo, un precedente, una hipótesis, una autoridad, una norma, una disyunción...; fundamenta sus razones en lo justo, lo útil, lo conveniente, lo cierto, lo probable...; en suma: maneja el mismo repertorio lógico que utilizará durante toda su vida” (García 2000. P. 4).

Sin embargo, es muy probable que las personas en general no posean las habilidades para profundizar en el funcionamiento del pensamiento lógico, esta superficialidad también se puede ver acentuada por cierta “dejadez” o falta de rigurosidad en su aplicación o por la interposición de sesgos de distintos tipos.

La racionalidad conceptual es descuidada por la mayor parte de la gente. A un nivel básico se manejan nociones y ciertos conceptos elementales surgidos de la vida cotidiana, pero todos sin mucha profundidad y con poca claridad. La formulación y manejo de conceptos complejos esta relacionada con el grado de escolaridad y/o el desarrollo intelectual que cada persona siga. 

La racionalidad metodológica, la gnoseológica y la ontológica son muy descuidadas por gran parte de los seres humanos. La investigaciones que hacemos son extremadamante frívolas, nos contentamos con poca información, no hacemos crítica rigurosa, no contrastamos y somos muy influenciables con los datos provenientes de los medios y las redes.

La racionalidad ontológica igualmente es bastante descuidada, no nos preocupamos por  tener una idea general  coherente del funcionamiento del mundo. Tenemos ideas parciales, difusas y vagas, muchas de las cuales están entre ellas en franca contradicción y al mismo tiempo  desatendemos en gran medida la adecuación de esas ideas con los hechos y el mundo real.

En resumen:

    • La racionalidad real que ejercemos los seres humanos en términos generales es muy poca, extremadamente parcial y fragmentada. 

    • Las racionalidades práctica y evaluativa todo el mundo las ejerce en mayor o menor medida en el transcurso de su vida cotidiana, si bien  generalmente con visiones cortoplacistas e incompletas. 

    • En cuanto a los demás tipos de racionalidad, el grueso de la población queda satisfecha con el ejercicio de una racionalidad conceptual y lógica mediocre. Al considerar en la mente que tienen todo claro, sin ausencia de contradicciones aparentes y con un manejo de conceptos medianamente entendido, ya paran cualquier uso posterior de la razón en los otros tipos descritos (Ontológico, gnoseológico, metodológico), quedándose con ideas generales y difusas en estos aspectos.

Esta forma extendida de comprender la racionalidad, explica porqué personas muy inteligentes son capaces de  defender tesis a las que otorgan armazones lógicas (racionalidad lógica y conceptual) muy solidas, pero que gnoseológicamente y ontologicamente son poco fundamentadas  y en ocasiones constituyen  verdaderos exabruptos desde la óptica de su existencia o de sus consecuencias reales. Tal es el caso de los dogmas religiosos, los fanatismos ideológicos o las supersticiones.

Finalmente, la falta de compromiso en el uso efectivo de la racionalidad que en general asumimos los seres humanos, se ve potenciado ademas, por distintas variedades de obstáculos en la práctica consciente y voluntaria de la razón.

Es importante por lo tanto, detenerse en ellos brevemente:

LOS OBSTÁCULOS A LA RAZÓN

No es solo la desidia la que impide un uso sistemático de la razón, sino también diferentes tipos de obstáculos sobre los que es necesario aprestar la atención necesaria para poder evadirlos o disminuir sus efectos.

“Los Ídolos y nociones falsas que están ahora en posesión del entendimiento humano y hondamente afirmados en él, no solamente lo llenan de tal modo que es difícil abrir paso a la verdad, sino que aun después de haber cedido el paso hacia ella, se pondrán delante otra vez y le servirán de estorbo en la renovación misma de las ciencias a menos que el hombre, advertido contra ellos, se haga tan fuerte como le sea posible”. (Francis Bacon, Novum Organum, Aforismo XXXVII).

Al leer a Francis Bacon no deja de sorprender y admirar que una persona hace 400 años y sin los conocimientos actuales de psicología fuese capaz de identificar con tanta claridad aquellas nubes (ídolos), que impiden la apreciación de los pensamientos en su justo término.

Estos obstáculos son agrupados Por Bacon en cuatro categorías, cada una de las cuales hace referencia a  una causa raíz.

Estos son:

Los ídolos de la tribu:

“Los ídolos de la tribu tienen su fundamento en la misma naturaleza humana, y en la tribu o estirpe misma de los hombres pues se afirma erróneamente que los sentidos del hombre son la medida de todas las cosas”( Francis Bacon, Novum Organum, Aforismo XLI).

Bacon hace referencia aquí a los obstáculos surgidos de las limitaciones propias  que el ser humano posee como ser biológico con una estructura sensorial y cerebral específicas, que tienen sus propias dinámicas de funcionamiento y también a unos patrones universales de comportamiento humano. En esta categoría se encuentran por ejemplo, los sesgos de confirmación, los prejuicios, los sesgos de memoria, entre otros.

Los ídolos de la caverna:

“De modo que el espíritu, humano (tal como se dispone en cada uno de los hombres), es una cosa variable, sujeta a toda clase de perturbaciones v casi a merced del momento” (Francis Bacon, Novum Organum, Aforismo XLII)”.

En esta categoría se catalogan aquellos fallos provenientes de una mala aplicación de la lógica o de sesgos provenientes de percepciones propias erróneas, como por ejemplo la apofenia o todos los tipos de falacias lógicas.

Los ídolos del foro o de la plaza:

“Ahora bien, los hombres se asocian mediante la palabra, y como las palabras están impuestas según la concepción del vulgo, de ahí que esta falsa e impropia imposición de las palabras viene a destruir de mil maneras el entendimiento, y las definiciones y explicaciones, con las que los sabios acostumbran a veces a defenderse y resguardarse, no vuelven las cosas a su lugar, ni mucho menos. Ahora bien, las palabras fuerzan el entendimiento y lo perturban todo, y llevan por ende a los hombres a mil controversias y fantasías sin contenido alguno”.(Francis Bacon, Novum Organum, Aforismo Xlll).

Bacon claramente asigna en este apartado aquellos impedimentos que provienen del uso del lenguaje. Como ejemplos de estos están: La ambigüedad, los galimatías, las malas definiciones, la vaguedad, los lenguajes pocos claros y otros enredos linguísticos.

Y por último:

Los ídolos del teatro:

“Hay en fin, ídolos que han inmigrado en el espíritu de los hombres partiendo de diversos dogmas filosóficos y de malas reglas de demostración a los cuales llamo yo Ídolos del teatro, porque creo que todos los sistemas filosóficos inventados y propagados hasta ahora son otras tantas comedias compuestas y representadas que contienen mundos ficticios y teatrales”(Francis Bacon, Novum Organum, Aforismo XLIV).

Este tipo de ídolo tiene que ver con la aceptación o rechazo exagerado y acrítico que se hace de una opinión basado en el criterio de quien lo dice y no por el contenido de lo que se dice. Como ejemplos de este ídolo están las falacias Ad hominem, o el argumento Ad verecundiam.

Con todo lo anterior se puede notar a las claras que la empresa racional no es una empresa fácil. Que se necesita de un compromiso individual, voluntad y perseverancia para el ejercicio pleno y además, una continua atención en uno mismo, para detectar cualquier obstáculo que no deje alcanzar un uso efectivo de la racionalidad.

Estos requerimientos y dificultades no deben desanimar al sujeto, deben constituirse, al contrario, en incentivos para generar un ejercicio racional consciente y lo más completo posible.

PARA QUE EL DEBATE SIRVA

Por todo lo expuesto hasta aquí, hacer que un debate no sea una perdida de tiempo, un ejercicio inocuo, requiere de ciertos requisitos:

La actividad de debatir como ejercicio racional, requiere como hemos visto de un compromiso consciente con ese ejercicio. La razón no es en su práctica plena, algo que surja espontáneamente o naturalmente, se necesita voluntad y también el valor y la honestidad de asumir el camino por el que ella sepa dirigirnos.

Ese compromiso debe verse reflejado en algunas pocas pautas que con constancia y decisión se apliquen en la actividad del debate:

1. No debatir de lo que no se tenga un conocimiento medianamente profundo, y su correlato:

2. No debatir con personas que no tengan un conocimiento medianamente profundo del tema.

Es muy común actualmente con la abundante información que nos otorgan los medios de comunicación y el internet, creernos en la capacidad de opinar sobre cualquier tema, sobre lo humano y lo divino. Los debates deben hacerse con un conocimiento suficiente del tema para no caer en afirmaciones o ataques estériles sobre cosas de las que no se sabe. Un debate así es inoficioso.

3. No debatir si no se está dispuesto a aceptar el argumento más fuerte (dogmatismo).

Si no se entra dispuesto con la honestidad de considerar cambiar de opinión si se demuestra que ésta no es correcta, no tiene sentido entrar a un debate, pues este se convertirá en un uso sofístico de la argumentación, que solo buscará ganar o afirmar una tesis, sin importar ni la verdad ni la ética. 

Para cuando el objetivo del debate es, antes que llegar a un acuerdo entre los debatientes, el de persuadir a un auditorio, debería tenerse mucho cuidado en defender una posición dogmática con mentiras o verdades a medias, no es válido engañar a la gente nunca y en estos casos sea que los participantes admitan que estaban equivocados o no, es el auditorio el que finalmente emitirá un veredicto, el cual no debería hacerse con base en falacias o mentiras.

4. No debatir sobre temas especulativos alejados de los descubrimientos científicos.

Especular, adivinar, hablar sobre cosas que no se han comprobado o sobre las que no hay referentes claros desde donde decidir puede parecer muy interesante y fascinante, pero no se logrará nada fuera de enardecer una curiosidad que igualmente no tendrá donde descansar.

5. No debatir cuando los oponentes en el debate parten de marcos de referencia excluyentes entre si: “Contra principia negantem non est disputandom”.

No se puede conseguir casi nada en un debate sin un terreno común a partir del cual se puedan construir argumentaciones aceptables para los debatientes. Si cada parte del debate tiene cono fundamento de sus tesis, principios diferentes o excluyentes entre si, es muy difícil poder hacer algo a través del debate.

Sin embargo, hay estudiosos que sostienen que se puede debatir sobre principios: (García 2000, p. 48 a la 51), habla de que los principios o valoraciones se pueden debatir a partir de su pertinencia o de extraer al límite sus posibles implicaciones prácticas (argumento pragmático). 

De igual manera, (Schleichert, 2004, p. 122), habla de una argumentación subversiva que no busca contrargumentar los principios, sino que al contrario busca exponer en todos sus detalles los principios y al hacerlo develar las consecuencias indeseables, los exabruptos internos o simplemente su estupidez, con la pretensión de que el oponente al darse cuenta de ello, abandone dichos principios a largo plazo.

6. No debatir por fuera de marcos de referencia concretos.

Para lograr resultados efectivos los debates deberían alejarse de cuestiones abstractas y difusas. El debate debe hacerse sobre sistemas concretos e identificables en sus principios y en sus dinámicas. Ejemplos de esos sistemas son los sistemas jurídicos, los sistemas políticos, los sistemas éticos, los económicos y los culturales, entre otros.

Las anteriores pautas sirven para aproximarse a los debates de una manera tal que el ejercicio de la racionalidad pueda lograrse.

Frans Eemeren, estipula las siguientes reglas de una discusión crítica, cuyo cumplimiento es esencial para lograr un debate limpio y que pueda cumplir sus objetivos. La claridad de esas reglas no requieren explicaciones adicionales.

Regla 1:Las partes no deben impedirse unas a otras el presentar puntos de vista o el ponerlos en duda.

Regla 2:Una parte que presenta un punto de vista está obligada a defenderlo si la otra parte le solicita hacerlo.

Regla 3:El ataque de una parte en contra de un punto de vista debe referirse al punto de vista que realmente ha sido presentado por la otra parte.

Regla 4:Una parte solo puede defender su punto de vista presentando una argumentación que esté relacionada con ese punto de vista.

Regla 5:Una parte no puede presentar algo falsamente como si fuera una premisa dejada implícita por la otra parte, ni puede negar una premisa que él mismo ha dejado implícita.

Regla 6:Una parte no puede presentar falsamente una premisa como si fuera un punto de partida aceptado, ni puede negar una premisa que representa un punto de partida aceptado.

Regla 7:Una parte no puede considerar que un punto de vista ha sido defendido concluyentemente, si la defensa no se ha llevado a cabo por medio de un esquema argumentativo apropiado que se haya aplicado correctamente.

Regla 8:En su argumentación las partes sólo pueden usar argumentos que sean lógicamente válidos o que sean susceptibles de ser validados explicitando una o más premisas implícitas.

Regla 9:Una defensa fallida de un punto de vista debe tener como resultado el que la parte que lo presentó se retracte de él y una defensa concluyente debe tener como resultado el que la otra parte se retracte de sus dudas acerca del punto de vista.

Regla 10:Las partes no deben usar formulaciones que resulten insuficientemente claras o confusamente ambiguas y deben interpretar las formulaciones de la parte contraria tan cuidadosa y tan exactamente como les sea posible. (Van Eemeren, 2006. P. 177).

No queda  sino desear que los seres humanos seamos capaces de seguir luchando en la conquista de una racionalidad plena y en la búsqueda de acuerdos racionales a través del debate. Que todos podamos perseverar en ese cometido y  resistir a las fuerzas destructoras de la razón, que parecen están apoderándose cada vez más de este mundo tecnificado, pero cada vez más demente.

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Bunge Mario.  Racionalidad y realismo. Alianza Editorial Madrid 1985.

García Damborenea. Uso de razón. En linea: http://www.usoderazon.com/. 

Schleichert, H. (2004). Cómo discutir con un fundamentalista sin perder la razón. Introducción al pensamiento subversivo. J. Alborés (trad.). Siglo XXI.

Van Eemeren Frans y Rob Grootendodrst. Argumentación. Análisis, Evaluación, Presentación. Una perspectiva pragma-dialéctica. Editorial Biblos. 2006.






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