ANÁLISIS SOCIAL PARA PROFANOS (LA HISTORIA)
¿POR QUÉ PASÓ LO QUE PASÓ?
Argumentación y causalidad en la historia
La antigua comparación entre el historiador y el juez pareciera obsoleta, al considerar que la historia positivista y sumaria en la que se daba
un fallo al final de una crítica exhaustiva de los documentos, ha quedado
superada por una historia compleja que admite múltiples interpretaciones,
dimensiones y métodos.
Así mismo, aquella división de la exposición histórica
propia de los manuales antiguos, en la que se comenzaba con la
relación de las famosas causas mediatas e inmediatas del suceso histórico, ha
quedado en el olvido en los modernos libros de texto, como expresión de una
forma anticuada de ver la historia.
Sin embargo, siendo críticos, sería bueno apartarse un
poco de lo “políticamente correcto” en términos de las modas epistemológicas
actuales y profundizar en las aseveraciones implícitas en los dos párrafos
anteriores.
Puede ser como lo dice Grinzburg que: “cada vez somos
menos pacientes… con la historiografía inspirada en un modelo judicial”[1],
pero que el oficio del historiador tiene una gran analogía con el del juez, es
algo innegable y la tiene en términos metodológicos, en los que las fuentes
siguen siendo indispensables para ejecutar la tarea, pero también y de forma
tal vez más definitiva, en términos del razonamiento que utiliza y de la manera
en la que se llega a las conclusiones.
El historiador al igual que el juez, debe tomar una
decisión en cuanto a la fijación de una interpretación que explique los hechos,
en el caso del primero obviamente no para determinar culpabilidades, sino para
hacer inteligible los mecanismos que dieron como resultado el hecho histórico.
Se dice que debe tomar una decisión, porque el proceso mental no es
algorítmico, ni mucho menos unívoco, no hay procedimientos que permitan llegar
a unas conclusiones de la manera como se hace en la matemática o en la física,
el historiador y el juez deben tomar postura basándose en una argumentación
sólida, que se apoye en evidencias y en los mecanismos lógicos y argumentativos
que permitan convencer más allá de toda duda razonable.
La argumentación en el juez, en el filósofo y en el
historiador, no es simplemente un recurso estilístico de los fallos, los
ensayos o los informes, sino la herramienta, “el órganon”, que permite llegar a
conclusiones válidas y fuertes, dentro de estas disciplinas del conocimiento.
Por otra parte está la noción de causas mediatas e
inmediatas, se podría pensar que esta manera de entender la historia, es una
forma que mantiene una simplificación excesiva de los hechos históricos y de
las pruebas históricas o las evidencias y su relación con la realidad.[2]
Desde otro ángulo, la exposición de antecedentes de los hechos queda en una
simple correlación de datos que no permiten dar explicaciones reales de los
mismos.
A decir verdad, aunque el principio de causalidad
desde su visión aristotélica hasta nuestros días, ha sufrido innumerables
golpes y acotaciones, la causa sigue siendo un elemento esencial al momento de
explicar los fenómenos, y no entendida como aquello que “acompaña” al hecho o
como lo que sucede con anterioridad al objeto de estudio (que sería precisamente
la noción positivista de causa), sino como el mecanismo mismo, como el paso a paso del por qué se fueron uniendo los eslabones o por qué
determinados eventos dieron lugar a otros.
La causa en la historia
Jhon Elster[3] nos dice que la explicación en las ciencias sociales a través del descubrimiento de los mecanismos, solo es posible hacerla para los eventos sociales ya acaecidos. Es decir, Elster es escéptico frente a la pretensión que muchos acariciaron, de convertir los mecanismos sociales en análogos de las leyes científico-naturales: que fueran extrapolables a otros acontecimientos, estableciendo regularidades universales.
Aunque se han podido establecer ciertos patrones en algunos mecanismos, estos son insuficientes para dar cuenta de los fenómenos sociales complejos, puesto que este tipo de mecanismos están referidos a las elecciones individuales y es necesario siempre mantener una visión que integre las mutuas influencias de lo micro y lo macro, esta visión integral es definitiva a la hora de establecer la explicación de esos fenómenos.
Aunque se han podido establecer ciertos patrones en algunos mecanismos, estos son insuficientes para dar cuenta de los fenómenos sociales complejos, puesto que este tipo de mecanismos están referidos a las elecciones individuales y es necesario siempre mantener una visión que integre las mutuas influencias de lo micro y lo macro, esta visión integral es definitiva a la hora de establecer la explicación de esos fenómenos.
Si toda explicación mecanísmica se hace en torno a un
acontecimiento concreto y en cuanto acontecimiento sucedido, toda explicación
social, según esto, será una explicación histórica.
Desde ese punto de vista, ¿Cómo se entiende el
concepto de causa en las ciencias sociales?
Una forma de entenderla como lo expresa Ignacio Lagos[4] es
a través de un contrafáctico, es decir: para tal fenómeno x que tiene unos
antecedentes y, z, la causa de x se hallará preguntándose ¿Qué
pasaría si quito y o si quito z? ¿Se seguiría presentando el
fenómeno? Hallar la respuesta en las ciencias sociales, requeriría que se
pudiesen efectivamente quitar las variables, para poder observar con la
ausencia de cual, deja de producirse x.
Esto claro está, no se puede hacer en la historia, las
variables no se pueden manipular porque ya no existen, a lo sumo lo que se
puede hacer es tratar de hallar dentro de un conjunto de antecedentes, cuáles
de ellos ofrecen más posibilidades de establecer razones que permitan sustentar,
cómo pudieron ocasionar el efecto, es decir, el hecho histórico.
Desde esta perspectiva la aspiración causal en la
historia va más allá de la caja negra, en la que a través de unos inputs a los
cuales les sucede “algo” que no vemos dentro de la caja, se producen finalmente
unos outputs. La explicación de los mecanismos causales debe decir el por qué
una acción o suceso ocasiona que se dé otro suceso y así sucesivamente hasta
llegar al evento que se quiere explicar. Es obvio que una explicación integral
no puede ser nunca lineal, sino que debe considerar múltiples factores que
intervienen en la vida real para la producción de los fenómenos.
Por lo tanto, una explicación causal de un hecho
histórico debe tener en cuenta la relación dialéctica entre la estructura de la
sociedad en la que se inscribe ese hecho, la manera como esa estructura genera
las reglas de funcionamiento y de interacción entre los elementos de esa
sociedad, los cuales considerados como grupos o individuos con poder decisorio,
son los sujetos que finalmente actúan bajo unas motivaciones y bajos unas
intenciones, y al actuar producen el hecho.
La explicación causal en la historia tiene la
necesidad de integrar entonces, estos dos elementos: el estructural o elemento
macro y el subjetivo o intencional como elemento micro.
Ahora bien, los factores estructurales constituyen aquella
lógica de interacción entre los elementos de una sociedad, que cambia muy
lentamente y que reglamenta el funcionamiento de esa sociedad en diferentes
aspectos: lo económico, lo cultural, lo social y lo cultural, en este sentido,
más que una estructura deberíamos hablar de estructuras o de subsistemas
pertenecientes al macrosistema social. Estos elementos condicionan y también
causan aunque de manera lejana, la manera en la que los sujetos sociales
deciden y actúan, puesto que estos tienen que moverse dentro de la lógica impuesta
o resistirla de algún modo. En cualquier caso sus acciones están influidas por
esa estructura, influencia que se ha llamado tradicionalmente, causas mediatas
de los fenómenos históricos.
Por otra parte existen también, como causas de las
acciones de los sujetos históricos, aquellas cosas que suceden en cortos
periodos de tiempo, aquellos fenómenos que pasan de manera relativamente rápida
y que establecen nuevos panoramas, frente a los cuales los sujetos históricos deben
decidir qué hacer. Estos elementos se les llaman de coyuntura o causas inmediatas.
Los factores estructurales en todo caso, son ajenos a
la voluntad individual y se producen de manera exógena al sujeto, al menos en
términos de sus acciones aisladas. Mientras los factores coyunturales pueden
responder a las decisiones de determinados sujetos de forma aislada o
coordinada con otros.
Todo lo anterior es solo una cara de la moneda, falta
mirar las causas desde las motivaciones y las intenciones de las personas que
actúan. Son las acciones de los individuos como ya se mencionó, las que constituyen propiamente el
acontecimiento histórico. La trama de las múltiples acciones de los sujetos que
se encuentran condicionadas y afectadas por esas causas mediatas e inmediatas, configura el acontecimiento.
Sin embargo, es claro que las decisiones humanas
varían y no responden tampoco de manera unidireccional a esas causas
estructurales o coyunturales, sino que atañen también a la manera como
los sujetos perciben esas causas, a sus creencias, a sus valores y sus cosmovisiones.
Visto de esta forma, es realmente imposible entender las acciones de cada
sujeto individual, pues ellas son susceptibles de ser afectadas por infinitas
variables.
Ahora bien, ¿quiénes son los sujetos de la historia?,
podríamos decir que son los sujetos individuales, pero la verdad es que las
acciones de los sujetos aislados no son significativas, a no ser que se unan
con otras y formen agregados o conjuntos lo suficientemente importantes para
influir en el devenir de los acontecimientos. Pero igualmente, es claro que no
existen individuos aislados completamente, sino que cada persona pertenece de alguna
manera a uno o varios grupos, los cuales le generan identidad y le brindan
también un marco de pensamiento, unos intereses y unas motivaciones.
En ese sentido, los sujetos históricos son los grupos
sociales, bien sea la clase social, los grupos religiosos o ideológicos, las
agrupaciones económicas o laborales, los partidos políticos etc. Las decisiones
y acciones de los sujetos individuales solo serán (dentro de esta teoría)
relevantes como causas de los fenómenos históricos, cuando esos sujetos tienen
capacidad decisoria lo suficientemente grande, para que puedan influir en el
acontecimiento estudiado, aun así, en el análisis de sus motivaciones,
debe contemplarse sus pertenencia a determinados grupos sociales.
El siguiente esquema ilustra la anterior perspectiva
multicausal del hecho histórico.
Desde este punto de vista surge la pregunta inevitable
¿cómo establecer el mecanismo causal? O en otras palabras ¿Cómo explicamos históricamente
el que unos eventos y, z, w, r… produzcan un acontecimiento x, tanto
desde el punto de vista de causas mediatas e inmediatas como de las intenciones
de los sujetos sociales?
La respuesta que yo doy a esta pregunta está referida
a lo que se dijo en un primer momento sobre la argumentación, como el órganon
de la labor del historiador.
El historiador hace argumentaciones, trata de lograr
una adhesión[5]
a las premisas (causas) para transmitirlo a la conclusión (hecho histórico como
efecto de las causas). Nótese que no se trata de transmitir una verdad de las
premisas a la conclusión, sino de un acuerdo, una adhesión. Ahora bien los
acuerdos o en general el argumento, es aceptado por un auditorio específico en
menor o mayor grado, según se logre cumplir de manera efectiva con ciertos
criterios o estándares.
Hablar de estándares establece de entrada que la
argumentación que debe hacer el historiador, no debe ser eminentemente
persuasiva[6],
es decir, una que se acomode según el auditorio al que se presente, sino que
debe tratar de convencer al auditorio universal, que en este caso estaría
conformado por la comunidad de historiadores. El objetivo de convencer y no de
persuadir, señala precisamente la demarcación de la historia como disciplina
racional rigurosa y evita convertirla en un instrumento político o de
propaganda, que hace uso de todo tipo de técnicas argumentativas, incluyendo las
emocionales, según el auditorio, renunciando a toda pretensión de validez
objetiva.
Toda argumentación causal histórica, debe entonces cumplir
con los criterios de un buen argumento:
·
Se
atiene a la cuestión (al problema o situación), es decir es pertinente.
·
Ofrece
razones solidas:
ü Relevantes: Las pruebas ofrecidas son de importancia,
son significativas para la afirmación o la tesis presentada.
ü Suficientes: Las razones alcanzan por si mismas un
grado suficiente de certeza, que validan la aceptación de la tesis.
ü Aceptables: Las pruebas ofrecidas son aceptadas,
validas o evidentes.
ü Rechaza los intentos razonables de refutación.
La anterior manera de entender los argumentos, es sin
embargo muy abierta. Toulmin nos ofrece otro modelo o esquema argumentativo,
que aclara de forma más explícita, como están construidos los argumentos. Es
claro que aunque este esquema no es prescriptivo, si ofrece una guía o modelo que
nos permite generar nuestra propia argumentación. El modelo de Toulmin, se
ilustra a través del siguiente esquema básico:
Como se habrá podido notar, en una argumentación existen
varios elementos que permiten el paso de las premisas o razones a la
conclusión.
En primer lugar, la evidencia, los datos que se
configuran como el soporte de cualquier ulterior conclusión, en segundo lugar
está la garantía, el enunciado que permite el paso concreto entre esos datos y
la conclusión de la argumentación. La garantía es el puente que permite extraer
la tesis; pero esa garantía es un enunciado que se desprende de algo más
amplio, puede ser una teoría o inclusive costumbre, este conjunto de cosas, constituye
el tercer elemento, que Toulmin denomina: respaldo. Por último, el calificador
modal nos da el grado de certeza que consideramos nos otorga la conclusión,
como por ejemplo: generalmente, posiblemente, probablemente, en condiciones
ideales, etc.
¿Cuáles cosas conformarían el respaldo en una
argumentación histórica?, a nivel de estructura, las teorías económicas, las
teorías sociológicas, las teorías culturales y a nivel micro, las teorías
psicológicas, ofrecen un marco adecuado para las explicaciones de los
comportamientos de los individuos y de los grupos sociales. Pero también en
muchos casos como se dijo, una sana lógica, el devenir natural de los sucesos
cotidianos o las características invariables de nuestra condición humana,
constituyen respaldo suficiente para sostener y defender una relación causal en
la historia.
Si como se ha sostenido en este pequeño texto, el
sujeto de la historia lo constituyen los grupos humanos, basta una pequeña
reflexión para identificar determinados patrones de comportamiento grupales, que
pueden ofrecerse como respaldo en una explicación causal histórica, la
psicología de grupos puede darnos muchos más.
Estos patrones sin embargo, no significan que se pueda
como se dijo antes, pretender dar explicaciones universales o realizar
predicciones en el cambio social, pero si nos ofrecen tendencias que a manera
de insumos, nos permiten generar hipótesis que podamos confrontar con las
evidencias, he aquí, algunos de ellos:
1. Todo grupo social busca sobrevivir, mantenerse y
perpetuarse.
2. Toda acción humana individual es importante
históricamente solo en virtud de que su actuación esté en función de un grupo
social, exceptuando a las personas con poder decisorio en las que también deberían
considerarse para el análisis causal, sus características psicológicas
individuales.
3. Las metas propias de cada grupo, son esenciales para
entender el accionar de los miembros individualmente. Estas metas son de todo
tipo e incluyen ideologías, creencias y valores.
4. Para que un grupo social sobreviva, es esencial que
asegure la obtención de recursos económicos
5. Todo grupo social buscará incidir en la política para
hacer valer sus intereses
6. Igualmente, para hacer valer sus intereses, el grupo
social buscará apoyo en las personas que hacen parte de ese grupo utilizando
diversos mecanismos y también buscará acrecentar el número de sus adeptos a
través de distintas formas de proselitismo.
La enseñanza de la causalidad histórica
Todo lo anterior nos hace conscientes de la gran
riqueza pedagógica que implica hacer énfasis en los procesos explicativos
causales en la enseñanza de la historia.
La riqueza que ofrece el debate propio de las
argumentaciones históricas, es una excelente oportunidad para no solo introducir
al estudiante en teorías y conceptos sociales e históricos, sino también para
la adquisición de habilidades de pensamiento y argumentación, la posibilidad de
contemplar y analizar múltiples perspectivas de un asunto, el pensamiento
sistémico y la ubicación de los eventos en el universo temporal, que evite
anacronismos ingenuos, configurando un pensamiento propiamente histórico.
La aplicación de la causalidad en la enseñanza
histórica tendrá como elementos esenciales los siguientes:
1. Explicar o enunciar el hecho histórico a estudiar
2. Ubicar al estudiante en las estructuras de la sociedad
de la época en que sucedió el hecho.
3. Identificar los grupos sociales importantes o
protagonistas del hecho.
4. Identificar los personajes importantes, sus
características personales y los grupos sociales a los que pertenecían.
5. Identificar las motivaciones de los grupos sociales y
los objetivos planteados por ellos, teniendo en cuenta las estructuras y las
coyunturas.
6. Identificar las relaciones causales que se consideren
más importantes para la existencia del hecho.
7. Elaborar los argumentos causales, utilizando si se
quiere el esquema de Toulmin.
8. Redactar el informe final que puede ser una narración
o un texto argumentativo.
Obviamente la inclusión de los factores causales y de
los sujetos aumentará en su complejidad a medida que el nivel cognitivo de los
estudiantes aumente.
Por ejemplo, si se quiere estudiar la independencia de
Colombia, una forma básica sería incluir en el análisis, solo dos tipos de
grupos sociales (los criollos y los españoles) e ir involucrando más actores,
en la medida en que se estudie el suceso con estudiantes más avanzados, lo
mismo ocurre en cuanto a las teorías sociales utilizadas.
La manera en que se lleven los elementos anteriores
puede ser por descubrimiento o por exposición.
A continuación un ejemplo simplificado de una
argumentación, para evidenciar la causa de la independencia de Colombia.
[1]
Ginzburg Carlo. El juez y el historiador.
Acotaciones al margen del caso Sofri (Madrid, Anaya/Mario
Muchnik, 1993, pág. 3.
[2]
Ibídem, pág. 3.
[3] Elster: “lamenta el carácter no predictivo de esta área del conocimiento, considerando que las explicaciones por medio de líneas causales (mecanismos) solo permiten un acercamiento a posteriori de los fenómenos sociales, lo que imposibilita la acumulación de conocimientos sobre la realidad social. Además, expone que el comportamiento humano es tan complejo e inestable que se pone a las ciencias sociales en una situación desventajosa ante otras ciencias como las ciencias naturales o las ciencias exactas, las cuales se sustentan en escenarios más constantes”. Reseña del libro La explicación del comportamiento social: más tuercas y tornillos para las ciencias sociales, Gedisa, México, 2010. Consultado en: http://www.redalyc.org/pdf/1411/141131696012.pdf.
[4]
Lago Ignacio. La lógica de la
explicación en las Ciencias Sociales. Alianza editorial. 2008.
[5]
Un argumento es un acto lingüístico
complejo que transmite el acuerdo –persuade o convence- de premisa(s) a
conclusión, o retrotransmite el desacuerdo de conclusión a premisa (s). (Adolfo
león Gómez. Argumentos y falacias. Editorial facultad de Humanidades,
Universidad del Valle. 1993. Pág. 11)
[6]
“Con base en la noción de
auditorio universal, opuesta a la de auditorio particular, es posible
distinguir entre argumentación convincente y argumentación persuasiva. Será
persuasiva una argumentación a la cual adhieren ciertos auditorios pero a la
cual no adherirían todos. Será convincente una a la cual adheriría el auditorio
universal. La primera es ad hominem, propiamente dicha; la segunda, ad
humanitatem.”
“la idea de un auditorio universal implica, a
la vez una cuestión de hecho y una norma. Es una hipótesis que responde a la
idea de objetividad” (Gómez Adolfo León. El primado de la razón práctica. Ediciones
Universidad del Valle. 1991. Pág. 49).
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