EL PENSAMIENTO CRÍTICO COMO ÉTICA DEL PENSAR




EL PENSAMIENTO Y SU OBJETO

El pensamiento es esencial al ser humano, no en vano definía Aristóteles al hombre como: “Animal racional”, siendo lo racional la diferencia específica que distingue a la especie humana de todos los demás animales. Dado que el pensamiento es el elemento esencial específico en el humán[1], es claro que de su ejercicio y desarrollo adecuado, dependerá en gran manera que el ser humano alcance la plenitud de su naturaleza, de su potencialidad más importante y por lo tanto de su felicidad.

El pensamiento es una capacidad natural, pero debe ser cultivado, debe ser perfeccionado, debe ser llevado a su funcionamiento más eficaz. Descuidar al pensamiento, no mejorarlo, no preocuparse por depurarlo de vicios o retorcerlo para conseguir deshonestamente nuestros intereses, para sostener nuestros prejuicios, solo trae como consecuencia que el ser humano se dañe a sí mismo o al menos que yerre el blanco para el que estaba dispuesto por su misma naturaleza.

Sin necesidad de establecer una definición específica del pensamiento, podemos encontrar en él con una simple reflexión, varios elementos que lo estructuran: El pensamiento sucede en la mente de un sujeto, todo pensamiento es pensamiento de algo, es decir de un objeto, ese objeto puede ser el mismo pensamiento, un estado interno psicofísico o puede ser algo externo e independiente del sujeto.

El pensamiento entonces trata de aprehender el objeto y no solo de girar alrededor de él sin tocarlo. El pensamiento escudriña el objeto, se adentra en él, lo examina por dentro y por fuera, en su esencia y en sus accidentes, en su forma y en su contenido.

En consecuencia el pensamiento se relaciona con un objeto creado por él mismo o percibido, imaginario o real, topándose necesariamente con lo que es ese objeto, con la manera cómo interactúa con otros objetos, con la forma en que se comporta y se desarrolla.

Se pueden encontrar distintas formas de pensamiento, según el talante con el que se aproxime a los rasgos constitutivos del objeto que se piensa:

·        Un pensamiento descuidado que no le interesa para nada las características propias del objeto, lo mira sin verlo, se queda con algunos rasgos obtenidos con esa primera vista superficial, se hace una idea pero no profundiza ni corrobora que esa idea se adecue al objeto. Este tipo de pensamiento se le puede denominar, Pensamiento Acrítico.

·        Un pensamiento acomodador que sí se preocupa por el objeto, pero solo, en tanto pueda moldear ese objeto a sus intereses preestablecidos. Es el pensamiento que busca que el objeto se acomode a sus prejuicios y preconcepciones, en vez de esperar para adecuarse al objeto y sus características específicas. A este tipo de pensamiento lo podemos llamar, Pensamiento (Auto)/Persuasivo.

·        Por último, un pensamiento diligente que busca investigar cómo es el objeto, que confronta los enunciados acerca del objeto con el objeto mismo, que suspende el juicio mientras examina con detenimiento el objeto, que evalúa de las afirmaciones, su consistencia lógica y exige pruebas de lo que dicen. Este tipo de pensamiento, lo conocemos como Pensamiento Crítico.

LA ÉTICA COMO ESTÉTICA

La palabra griega Ethos, de la cual se deriva el término Ética, tuvo varios sentidos en el marco de la cultura griega que la generó.

Una primera significación es la de “Morada”. Esta acepción hace referencia al lugar donde se habitaba, a la polis, al pueblo, sus costumbres y las maneras en que desde allí se percibía lo correcto o lo incorrecto, lo prohibido, lo permitido y lo encomiable. Este sentido fue progresivamente profundizándose para entenderse como la propia estructura del hombre, como su forma de ser en el mundo, la esencia en la que permanece su cualidad de ser humano, la cual sirve como soporte y referencia para los actos del individuo.

Un segundo sentido tiene que ver con el “carácter”, entendido como la configuración que va adquiriendo la persona, a partir de los actos que se van repitiendo una y otra vez. Es decir que, sobre la naturaleza humana común, cada individuo va modelando una forma específica de su propia persona a partir de los hábitos; estos hábitos no son otra cosa que la repetición de ciertas maneras de actuación, que a su vez, generan la predisposición a seguir actuando de ese modo.

Tradicionalmente si esos “hábitos” son buenos, es decir, si contribuyen al perfeccionamiento de la persona, al desarrollo pleno de sus potencialidades, se les llama virtudes, y en cambio, si esos hábitos dañan, destruyen a la persona o torpedean e imposibilitan su desarrollo, se les llama “vicios”.

La ética entendida como formación del carácter, adquiere un significado “estético”, o sea, que a través de aquellos hábitos que obtenemos desde la repetición, nos convertimos en los artistas y al mismo tiempo en nuestras propias obras de arte, las cuales serán entonces muy bellas, o no tan bellas o simplemente feas, en la medida en que logremos perfeccionarnos a nosotros mismos. La ética se constituye de esta manera en una estética de la vida.

LA VERDAD COMO NECESIDAD

Un valor por definición es una cualidad deseable y estimable. Deseamos y consideramos como dignas de estimación muchas cosas, dependiendo de la cultura en la que vivamos, de las tradiciones, de lo que nos enseña la sociedad o inclusive, de lo que nos trasmiten los medios. Sin embargo, a pesar de las formas variables que pueden tomar esos valores, todos ellos se fundamentan en último término en las necesidades humanas, en la creencia consciente o no, de que su obtención suplirá una de esas necesidades. Teóricos como Maxneef o Maslow,[2] han generado taxonomías de las necesidades humanas, desde las cuales se puede identificar claramente, de qué manera los valores humanos se deducen en última instancia de ellas.

Por otra parte, el problema de la verdad, tanto por su condición de valor ético, como por su definición correcta, ha generado muchísimo debate a lo largo de la historia de la filosofía. Toda esta larga discusión sin embargo, ´parece desconocer que a nivel básico, la verdad es una necesidad humana. La verdad entendida como correspondencia entre el objeto y su representación mental, es un asunto de simple sobrevivencia. Para el ser humano primitivo era vital por ejemplo la verdad de los ciclos naturales para con ellos planificar sus proyectos agrícolas, la verdad del comportamiento animal para efectuar una caza eficiente o para librarse de ser presa fácil de algún depredador. De igual manera hoy día, la necesidad de la verdad sigue siendo acuciante, sigue siendo necesaria la verdad para curar las enfermedades, para navegar en alta mar, para volar de un continente a otro o simplemente para alimentarse adecuadamente, evitando algún tipo de escorbuto.

La verdad es una necesidad básica y por tanto es valiosa. A pesar de que en algunos niveles complejos o abstractos, no se le pueda otorgar un sentido preciso a la verdad como correspondencia y se tengan que adoptar diferentes matices o condicionamientos, para poder hacerlo en alguna medida, lo cierto es que este significado de verdad, sigue siendo un referente implícito (y tal vez, anhelado) para el conocimiento y el saber humano.

EL PENSAMIENTO CRÍTICO: VALOR ÉTICO Y ESTÉTICO

El pensamiento dijimos al principio, es el elemento diferenciador y esencial del ser humano. Pensar es una necesidad vital, no solo porque constituye una parte imprescindible del lugar en donde reside la humanidad del individuo, de su morada[3], sino porque le es indispensable para defenderse y relacionarse con el mundo, de acuerdo a las características particulares de su especie[4].

El pensamiento como necesidad da lugar al pensamiento como valor. Un pensamiento valioso estará ligado a la verdad. Un pensamiento que no tienda a la verdad es un pensamiento que atenta contra la propia persona, puesto que no permite una base adecuada sobre la cual fundamentar su desarrollo y crecimiento, al alejarlo de la realidad de sí mismo y de su entorno. El pensamiento que le da la espalda a la verdad, a la realidad, es deshonesto, se engaña a sí mismo y carece de valentía para enfrentarse a las cosas tal y como son. Autocomplacerse con un pensamiento que recrea nuestras convicciones prestablecidas falsas, no deja sino un efecto alucinógeno ilusorio, un sueño que nos hace creer que poseemos nuestra realización en la vida, cuando lo real es lo contrario.

En conclusión, frente a un pensamiento acrítico-descuidado y a un pensamiento autocomplaciente- auto/persuasivo, solo el pensamiento crítico que tiene en cuenta la verdad, puede ser considerado como valor frente a la necesidad del ser humano de desarrollarse, de perfeccionarse a sí mismo, de alcanzar la plenitud de lo que es según su naturaleza.

Solo mediante el continuo ejercicio de este pensar crítico, hasta hacerlo virtuoso, con la repetición continua de actos de pensamiento honesto, valiente y perseverante en la búsqueda de la verdad, solo así, haremos de nuestra capacidad de pensar, el cincel con el que esculpiremos nuestra vida como obra de arte.


[1] Jesús Mosterín filósofo español, propone el término Humán, para con él referirse al ser humano sin distinción de género, evitando así el concepto hombre que históricamente está cargado de machismo.
[2] Abraham Maslow propone una escala de necesidades en forma de pirámide, en cuya base están aquellas ligadas a lo fisiológico y en su cúspide las relacionadas con el sentido propio de realización personal. Max Neef, plantea igualmente una escala, de la cual tratamos en otra entrada de este blog: https://razonilustrada.blogspot.com/2017/11/es-posible-una-etica-sin-dios.html
[3] Decíamos en la entrada de este blog: https://razonilustrada.blogspot.com/2019/03/la-dignidad-o-la-vida.html que el lugar completo en donde reside la humanidad del ser humano, está conformado por tres dimensiones: La razón, la voluntad y la libertad.
[4] En la entrada del blog: https://razonilustrada.blogspot.com/2017/11/es-posible-una-etica-sin-dios.html se habla con propiedad las particularidades de nuestra especie tal y como la expone Arnold Gehlen.

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