VOLUNTAD Y RAZÓN EN LA ILUSTRACIÓN (II)
CIENCIA: RAZÓN Y VOLUNTAD EN LA ILUSTRACIÓN
Mario Bunge |
Juan Fernando Sellés, en un artículo denominado: "La sombra
de Ockham es alargada", intenta establecer la forma en que el voluntarismo
Ockhamista se adentra en diferentes corrientes filosóficas de la modernidad y
de la época contemporánea. Para tal análisis utiliza como base el estudio
concienzudo que Leonardo Polo realizó acerca de la modernidad filosófica, sobre
todo desde filósofos como Descartes y Kant.
Precisamente cuando llega a este último filósofo, Sellés destaca la
manera "palmaria" en la que se evidencia el voluntarismo Ockhamista
en Kant y lo hace porque según él, Kant ejemplifica toda la ilustración: mostrar el
voluntarismo de Kant es mostrar el voluntarismo del movimiento ilustrado en su
totalidad.[1]
Ahora bien, ¿es esto
así? ¿Es la ilustración una corriente filosófica que exalta la voluntad por
encima de la razón? ¿Es la ilustración
toda una forma de idealismo filosófico?
Al hablar de las
características de la ilustración Mario Bunge, escribe las siguientes:
“confianza en la razón; rechazo
del mito, de la superstición y, en general, de la opinión infundada;
investigación rigurosa; naturalismo, por oposición al supernaturalismo;
cientificismo (enfoque científico en el estudio del mundo; utilitarismo moral
(contrariamente a la moralidad dogmática); respeto por la praxis : las
artesanías, profesiones e industrias; modernismo y progresivismo; respeto por
el individuo y, por consiguiente, igualitarismo y autogobierno; universalismo
en el conocimiento y en la moral.[2]
Para efectos de la discusión,
destaco por ahora de la ilustración como corriente de pensamiento, su enfoque
científico, el énfasis en la investigación rigurosa y en el rechazo de la
opinión infundada.
En cuanto a este enfoque
científico, me limitaré en un primer momento a la forma como desde él, en la ilustración o en sus
antecedentes más inmediatos, se asume la cuestión del conocimiento en su manera
de alcanzarlo (epistemología) y en un segundo momento me referiré brevemente a si es posible a partir de ese conocimiento,
establecer las características de la estructura profunda de la realidad
(ontología).
Lo que pretendo es analizar a la
ciencia en la ilustración, para determinar si en ella se impone la voluntad
como juez arbitrario en la construcción del conocimiento o al contrario durante
este periodo, se respetaba al menos tres tipos de racionalidad tal y como los
clasifica Bunge[3]:
Racionalidad lógica (Coherencia interna, no contradicción,
exactificación conceptual), Racionalidad metodológica (Presupone la
racionalidad lógica y abarca los procedimientos para la demostración, la
crítica y la refutación) y la Racionalidad Gnoseológica (Exigencia de
apoyo empírico y de coherencia global).
Ilustración y
Desarrollo Científico
Es imposible negar la aceleración que tomaron las ciencias
durante el periodo de la ilustración. Aunque desde la baja edad media y el
renacimiento temprano la ciencia tal y como la conocemos comenzó a germinar, es
desde la ilustración que comienza a crecer e inclusive a reproducirse, en una
explosión de nuevos descubrimientos. Los grandes fundadores de las nuevas
formas de entender el conocimiento fueron Bacon y Galileo. Ellos, a pesar de
proceder de una filosofía o cercana o directamente renacentista
respectivamente, ponen las bases epistemológicas para una concepción nueva que
se aleja de las discusiones especulativas propias de la filosofía escolástica.
Los dos se oponen al asentimiento
acrítico de la autoridad (que significa simplemente someterse a la voluntad de
otro revestido de algún poder académico, espiritual o político) y la
utilización de un método deductivo abusivo, que a partir de principios
descubiertos con la “sola razón”[4],
finaliza en conclusiones sobre el funcionamiento del mundo.
Tanto para Bacón como para Galileo,
el punto de partida es la observación, y desde allí, de su descripción
pormenorizada, Galileo trata a partir de la elaboración de hipótesis, aislar
las distintas variables que intervienen en los fenómenos para posteriormente
examinarlas mediante sucesivos experimentos. Bacon en cambió busca comparar
múltiples casos, para hallar semejanzas o patrones generales de funcionamiento
de la realidad. El método en Galileo será hipotético deductivo y en Bacón será
inductivo.
En los terrenos ya propios de la ilustración,
el método científico se va consolidando, tanto los ilustrados franceses como
los alemanes y los ingleses, poco a poco van coincidiendo.
Diderot propone igualmente la
referencia a la observación de la naturaleza para extraer los datos necesarios
y mediante su experimentación lograr un conocimiento fiable del mundo:
“Para llegar a la verdad, tenemos tres caminos principales. La
observación de la naturaleza, la reflexión y la experimentación. La observación
recoge los hechos, la reflexión los combina y el experimento verifica los
resultados de la combinación”[5]
Voltaire rechaza a Descartes en
su duda metódica y crítica la facilidad con que a partir de un intuicionismo
desbordado, se es capaz de afirmar todo tipo de exabruptos metafísicos y
físicos. El innatismo abandona la idea de la referencia empírica y cae entonces
en todo tipo de suposiciones que no se comprueban y que se hacen pasar como
“verdades de razón”.
Al respecto critica:
“Aristóteles empieza por decir que la incredulidad es la fuente de la
sabiduría; Descartes ha diluido ese pensamiento, y los dos me han enseñado a no
creer nada de lo que me dicen. El tal Descartes, sobre todo, después de haber
fingido que dudaba, habla en un tono tan afirmativo de lo que no entiende, está
tan seguro de lo que afirma cuando en física se equivoca groseramente, ha
construido un mundo tan imaginario, son de un ridículo tan prodigioso sus
torbellinos y sus tres elementos, que debo desconfiar de todo lo que me dice
sobre el alma después de haberme engañado tanto sobre los cuerpos. Que lo
elogien, en buena hora, siempre que no se elogien sus camelos filosóficos,
despreciados hoy día para siempre en toda Europa”[6]
Las críticas que hace Voltaire a
Descartes, demuestran el patrón que gran cantidad de filósofos ilustrados van
configurando y que dará a luz al método científico contemporáneo: Observación,
hipótesis, experimentación.
Las especulaciones metafísicas o
todas aquellas que se alejan de la contrastación con la experiencia, terminan
por convertirse en fabulas o cuentos productos de la imaginación, aunque se
intente hacerlas pasar por racionales o se disfracen con términos
incomprensibles e inconcebibles.
El pensamiento de Voltaire
respecto a la construcción del conocimiento, se resumen bien de la siguiente
manera:
“Voltaire
toma una postura lejos del cartesianismo, pues para este, el verdadero
conocimiento consiste en determinar todos los efectos y conocer las verdaderas
causas. Mediante la razón se puede calcular, pensar, medir y observar, el
método consiste en acompañar la razón con la experiencia; experiencia que
Descartes apartó de su método”.[7]
Para finalizar Isaac Newton, el
padre de la física moderna, expone sus famosas reglas para la investigación de
la naturaleza:
1. El
principio de economía: Reducir
el número de causas al mínimo, pues lo que la naturaleza puede hacer con pocas
causas lo hace, la naturaleza es simple.
2. Principio
de constancia: A los mismos
efectos se deben asignar en la mayoría de las veces, las mismas causas.
3. Propiedades
de los cuerpos: Las
propiedades de los cuerpos se conocen por experimentación y aquellas que
concuerdan en los diferentes experimentos son generalizables.
4. Inducción: Las conclusiones derivadas por inducción general deben
ser consideradas como ciertas o muy probablemente ciertas, hasta que otros experimentos
las invaliden. La inducción da lugar a explicaciones que sintetizan las
conclusiones obtenidas.
Este pequeño recorrido muestra
algunos aportes que durante la época de la ilustración se hicieron al
conocimiento humano y también como, en
esos aportes, se evidencia todo lo contrario a un voluntarismo que
arbitrariamente construya el conocimiento.
Es todo lo opuesto, la crítica a
una razón desbordada que sin ninguna contrastación con la realidad inventa
explicaciones del mundo, abre paso a una nueva manera de conocer en la que la racionalidad
expresada, es menos prepotente y ambiciosa, pero por eso mismo más fiable.
La voluntad en la ciencia de la ilustración
es indudable como fuerza exploradora, como impulso del científico, pero creer
que eso le da carta blanca para inventarse cualquier cosa y hacerla pasar como
conocimiento científico, es desconocer la forma como comenzó a entenderse la ciencia en esta época y el carácter público
y democrático que la sostenía, en el marco de una comunidad científica que se fue
formando y ampliando cada vez más, a través de la fundación de academias, de asociaciones y clubes
científicos.
La ciencia ilustrada a través del
método que fue consolidando, logró consecuentemente un grado de racionalidad metodológica
casi insuperable, la referencia continua a la evidencia mediante la
experimentación y los protocolos que permitan su corroboración o refutación,
por parte de sujetos independientes, le dan también la máxima racionalidad gnoseológica
Estas racionalidades como se expresó
más arriba, contienen a su vez la racionalidad lógica, en la que todo el
proceso de razonamiento científico, sigue las reglas del pensamiento que permiten
llegar a conclusiones válidas y coherentes.
La ciencia, es la máxima
expresión de la consigna ilustrada “Sapere Aude”: atrévete a saber, a pensar
por ti mismo, a despojarse del yugo de aquellos, que haciendo pasar por supuestas verdades de razón determinados contenidos, lo que tratan
en realidad es de imponer su propias ideas, sus propias convicciones y
creencias, es decir, su propia voluntad.
Desde la ilustración, es la
evidencia y no la autoridad, la razón refrendada con los hechos y no la
revelación voluntariosa de las religiones, las que guiarán el conocimiento
humano.
Hasta aquí he hablado de la
racionalidad lógica, metodológica y gnoseológica, según la tipología Bungeana.
Faltaría otra para completar el
cuadro que esclarezca el estatus de la totalidad de la ilustración, en cuanto a
su supuesto voluntarismo, está sería lo que Bunge llama la racionalidad
ontológica.
La racionalidad ontológica trata
sobre si la concepción que se tiene de la estructura de la realidad, es
coherente y acorde con el conocimiento científico, o al contrario, es arbitraria,
producto de la imaginación o de filosofías especulativas que no se pueden
contrastar y que por lo tanto son ajenas a la realidad.
Un error común es creer que todo
el que defiende el conocimiento científico es positivista, es decir, que
solamente admite un conocimiento que se queda en la correlación de hechos, sin
poder decir nada de la estructura de la realidad que da origen a esos hechos.
Como lo sostiene Bunge, los “héroes
de la revolución científica”: Galileo, Boyle, Locke, Huygens y otros muchos,
trataron de formar una concepción ontológica que superara las cosmovisiones
construidas por el sentido común y las especulaciones escolásticas.[8]
Para finalizar:
El texto de Fernando Sellés, que inicia
este post, concluye diciendo lo siguiente:
“Las corrientes de pensamiento modernas –racionalismo, Ilustración,
idealismo, fenomenología, estructuralismo– dependen en mayor o menor medida de
la filosofía de Ockham en cuanto al método filosófico y al tema atendido.
1. En cuanto al método cognoscitivo: porque esos movimientos –como Ockham–
desconocen la intencionalidad del objeto conocido y, en consecuencia, aceptan
que la realidad extramental es escasamente cognoscible. A la par, admiten que
la realidad del sujeto cognoscente es difícilmente cognoscible.
2. En cuanto al tema conocido: por una parte, porque esas filosofías
modernas –como la del pensador tardomedieval– tienden a admitir que la realidad
extramental es un «hecho» o un «caso». Por otra, porque –como aquél– tienden a
aceptar que el sujeto es contingente.
3. En algunas de esas corrientes se puede notar, además, el influjo
ockhamista, porque –como el Venerabilis Inceptor– mantienen una neta supremacía
de la voluntad sobre la inteligencia y, –como él– incurren en voluntarismo.”
La ciencia formada e
impulsada bajo el fuego del renacimiento, la modernidad y la ilustración, tiene
unas características totalmente diferentes a lo expuesto por Sellés y por otros
que sostienen que el pensamiento postmedieval, es simplemente un remedo de racionalidad
y que los pensadores modernos, piensan con los “pies”, por ser eminentemente
voluntaristas. Que mejor para responder que uno de la propia casa de Sellés: Mariano
Artigas, grandioso filósofo de la ciencia y de la naturaleza. Coincidencia o no,
Artigas sigue el mismo orden de Sellés, pero para decir todo lo contrario. Para
Artigas, la ciencia parte de unos supuestos ontológicos, epistemológicos y antropológicos, que al mismo tiempo
confirma a través de sus hallazgos y progresos:
“En
el nivel epistemológico, el método científico comprende dos
momentos diferentes: la construcción de las leyes o teorías, y la comprobación
de su validez (que suelen denominarse «contexto del descubrimiento» y «contexto
de justificación»). Prescindo de las discusiones acerca de la relevancia del
primer nivel (me parece que con frecuencia se minusvalora su importancia). Lo
que aquí interesa subrayar es que este nivel supone, como condición de
posibilidad, la existencia de una racionalidad que, por
una parte, permite utilizar los recursos lógicos y gnoseológicos típicos del
conocimiento humano en general, y por otra, añade unos procedimientos
específicos que en muchos casos son enormemente sofisticados. No sólo se
recurre, como en cualquier otro ámbito, a la capacidad argumentativa con todo
lo que ésta implica; se recurre, además, a la construcción de modelos que
suelen referirse a aspectos de la realidad que se encuentran muy alejados de la
experiencia, y a métodos muy complejos y sin embargo fiables que permiten
comprobar la validez de esos modelos. Basta asomarse a reportajes medianamente
serios sobre los trabajos de la ciencia actual para advertir que la
racionalidad científica es, hoy día, una manifestación impresionante de
nuestras capacidades cognoscitivas, implicando, en muchos casos, la invención
de métodos muy sofisticados que permiten abordar el estudio riguroso de
problemas muy complejos. Por tanto, el progreso científico retroactúa
sobre el supuesto epistemológico (la racionalidad), mostrando que su alcance es
mucho mayor de lo que se suponía.
En el nivel
ontológico, los resultados de las ciencias nos permiten en la
actualidad, por vez primera en la historia, formular una cosmovisión
científica que, sin ser exhaustiva, puede considerarse, sin embargo,
completa, porque comprende todos los niveles de la naturaleza, desde el
microfísico hasta el astrofísico, pasando por los vivientes, y además permite
relacionar entre sí todos los niveles en una imagen unitaria y coherente.
Cuando se dice que la ciencia actual está desorientada, porque no acierta a
representar claramente el mundo microfísico, o porque (tal como dicen quienes
hablan de una «ciencia postmoderna») se ha abandonado la esperanza de obtener
conclusiones ciertas, no se sabe realmente lo que se dice. En la actualidad, la
ciencia está consiguiendo unos resultados que no sólo son notables en sí
mismos: nos permiten por vez primera, repito, elaborar una representación
completa y unitaria de la naturaleza. En este nivel, la condición de
posibilidad es la existencia de un orden natural que
pueda ser investigado racionalmente. También aquí, el progreso
científico retroactúa sobre este supuesto, y de una manera notable: en
efecto, conocemos hoy día la organización de la naturaleza, desde
el nivel microfísico. La naturaleza posee múltiples niveles en cada uno de los
cuales un dinamismo propio se despliega entrelazado con pautas
espacio-temporales, a través de una enorme cantidad de procesos de modelización.
El funcionamiento de la naturaleza muestra la cooperación de los diferentes
niveles, que pone en juego múltiples modalidades de información que se
almacena, se despliega, se integra.
En el nivel
antropológico, la ciencia es una actividad humana dirigida hacia la
obtención de un conocimiento de la naturaleza que pueda someterse a control
experimental. Se inserta dentro de las dos grandes modalidades de nuestra
actividad: la búsqueda teórica de conocimiento y el dominio controlado de las
circunstancias de nuestra vida. Combina ambos aspectos en una síntesis peculiar
que constituye uno de los avances más notables de la historia humana. En este
nivel, la condición de posibilidad es la existencia de un
sujeto con unas capacidades e intereses tales como los que se ponen en juego en
la ciencia. Y de nuevo, el progreso retroactúa sobre ese supuesto: en
efecto, muestra en un grado notabilísimo las virtualidades humanas y los
resultados que su ejercicio permite conseguir. El progreso científico es hoy
día una de las manifestaciones más patentes de la singularidad humana.”[9]
Respecto a esta
singularidad humana que habla Artigas y en térninos del tema que nos ocupa en esta serie, faltaría entonces mostrar la relación entre voluntad y
razón, en otro de los grandes aportes de la ilustración: Los derechos humanos
basados en el Iusnaturalismo racionalista. Este será el tema del próximo post.
[1] Revista
Internacional de Filosofía, vol. XIII
(2008), pp. 239-252. ISSN: 1136-4076 Licenciatura de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y
Letras.
[2] Bunge: “La
renuncia a la razón. Consultado en:
http://www.lanacion.com.ar/34381-la-renuncia-a-la-ilustracion.
[3] Bunge Mario, Racionalidad y Realismo. Alianza Editorial.
1985. Pág. 17-21.
[4] Cuando se habla de la metodología en la filosofía
aristotélica o tomista, se afirma que ésta sigue una vía de abstracción que
aplica lo observado en la experiencia de la vida cotidiana, para a partir de la
abstracción que se hace en distintos grados, llegar a los principios últimos de
la realidad. Sin embargo, la observación de la que dicen ellos partir, es una
observación que como es realizada en el acontecer de la cotidianidad, trae
mezclada las variables intervinientes de manera que no se diferencian
fácilmente, no se aíslan para determinar la manera de
concurrencia en el fenómeno, no se contrasta, no se pone a prueba, quedándose
por lo tanto en muchos casos, en una observación de sentido común que lleva a conclusiones generales falsas, como que la
tierra es el centro del universo, el sol gira alrededor de ella o que los
objetos más pesados caen más rápido.
[5] Diderot and Goethe: a study in science
and humanism. Gerhard
M. Vasco. Slatkine, 1978
[6]
Voltaire, El filósofo ignorante, Fórcola
ediciones, Madrid, 2010, pág. 21.
[7] Cueva Carrera Francisco Xavier: “Voltaire contra Descartes: Una Aproximación al
Pensamiento Filosófico de Voltaire a partir de sus críticas a Descartes”. Quito 2014, tesis,
Pontificia Universidad católica del Ecuador.
[8] Bunge Mario. A la Caza de la
Realidad. Editorial Gedisa. Pág. 75.
[9] Artigas Mariano. La articulación de
ciencia y filosofía. Consultado en: http://www.unav.edu/web/ciencia-razon-y-fe/la-articulacion-de-ciencia-y-filosofia.
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